domingo, octubre 18, 2009
Al principio estaba Chuck Norris... al final solo quedara Bear Grylls
Bear Grylls, basicamente es un aventurero o viajero, un antiguo miembro de las fuerzas armadas británicas especialista en supervivencia extrema que ahora se dedica a perderse en los lugares más inhospitos del planeta y explicarnos como salir con vida de ellos. Es algo así como un documental de naturaleza con un protagonista humano, "Man vs Wild" es el nombre original del programa y ante todo vemos eso, un hombre en mitad de la naturaleza. Vemos paisajes de todo tipo y muchos animales, y al bueno de Bear tratando de sobrevivir en mitad de esas exhuberantes manifestaciones de la naturaleza. Es espectacular a nivel visual, y como el superviviente avanza y va dejando atrás las distintas amenazas de cada escenario, el paisaje va cambiando siempre poco a poco y mostrandonos distintas variantes.
Hay una polémica obvia sobre este programa y es que, claro, resulta dificil creer que todo lo que veamos sea cierto. Bear puede comerse las cosas más asquerosas del mundo en busca de proteinas, puede padecer mil y una penurias, pero el cámara que lleva al lado esta claro que no debe estar expuesto a lo mismo, y seguramente además de este lleva a un buen cazador bien armado o un equipo médico de emergencia, incluso se dice que algunos escenarios son falsos o estan preparados. Creo que es normal y comprensible, Bear nos da consejos para sobrevivir en casos de emergencia extrema, pero es normal que el no se meta en este tipo de situaciones si no lo tiene todo controlado (el ejemplo más claro lo veo en cuando se pone a explorar cuevas y nos advierte de lo peligroso que puede ser, no creo que el hombre se meta en cuevas submarinas subterraneas si no lo tiene todo perfectamente controlado o tiene previsto que ese sea el último episodio de la serie). Ahora bien, al menos a mí, no me importa demasiado. Particularmente no tengo intención de perderme en ningun isla perdida en mitad del Pacífico o en un desierto, y el hipotético caso de que me pasara me temo que no me acordaría de las mitad de las cosas que el buen Bear recomienda y, las pocas que recordara, no sería capaz de llevarlas a cabo. Si veo esta serie es porque visualmente me resulta espectacular y evocadora y porque, sencillamente, me parece un programa bien llevado con un ritmo sorprendentemente.
sábado, junio 13, 2009
Este fenómeno está mucho más marcado en la época actual, donde la globalización hace que tengamos acceso a millares de obras. Donde los beneficios que puede acarrear una película exitosa son brutales, pero donde estos mismos acarrean un coste y unos riesgos nada desdeñables. El cine al que ahora nos enfrentamos ha dejado atrás esa pequeña “época plateada” que fueron los setenta de Coppola, Spielberg, Scorsesse, de Palma y Lucas para dar paso a una generación de directores salidos de los videoclips de
Los primeros blockbuster lo fueron por calidad, no por presupuesto
En los tiempos de crisis en los que nos encontramos podríamos usar un símil de “burbuja de FX”. Para comprenderlo sería conveniente echar la vista atrás, hasta los años 40. Los años 40 siempre han sido considerados como la época dorada del cine. Particularmente no es mi década favorita, pero es obvio que se hicieron grandes películas y que el cine supo pasar de la imagen muda a la imagen sonora. Pero tras esta década el mundo del cine se vio conmocionado por dos fenómenos a los que llamó Televisión y Technicolor. La primera era una amenaza mucho más grande que la radio, era el cine en casa, un método para ver películas –y noticiarios y concursos- sin tener que afrontar el ritual casi social que por aquellos años era el cine. La segunda fue el arma que los estudios esgrimieron contra aquella amenaza. El cine más espectacular que nunca, en color, en gran pantalla. Fue la época dorada del peplum. Lo que importaba era hacer siempre la película más grande y más espectacular, e incluso se añadían referencias religiosas a fin de llevar a los fieles a las salas. Al final ese modelo estalló, los presupuestos se disparaban para mostrar los decorados más impresionantes que se podían ver, y esto ocasionaba que las películas fueran demasiado costosas como para que pudieran ser arriesgadas. Cualquier elemento original era inmediatamente copiado y exagerado hasta donde el presupuesto permitiera. Pero la espectacularidad tenía un precio, y ese era la originalidad.
la megalomanía de Bronston: grandiosos escenarios, grandiosas historias y grandiosos casting
Hemos vuelto a esos tiempos. Ahora la amenaza se llama Internet, y es una amenaza tan grande que dudo que el cine 3D pueda siquiera hacer algo. Nos encontramos en una sociedad dominada por la información y precipitada hacia una espiral de globalización infrenable. Hollywood, como siempre, como cualquier gigante instaurado en una posición cómoda, responderá a esta nueva sociedad con retraso. Anquilosada en una forma de negocio anticuada, tratará de perpetuar el modelo en el que ahora mismo se siente tan cómoda. Vemos como trata siempre de mostrar el producto más y más espectacular. Esto siempre se ha hecho, pero ahora es cada vez más peligroso. Como los decorados que recreaban Roma, los FX son cada vez más caros, y una producción cara implica que no puede fracasar en taquilla… y eso conlleva un gasto superior en efectos especiales para que la película sea lo más espectacular posible y, por supuesto, no parezca desfasada. Y con tanto dinero en juego el director no puede seguir el libreto original del guionista y plasmar el final oscuro que era consecuencia lógica de todo lo que nos había mostrado antes, tiene que optar por un final relativamente alegre (y si puede, dejar algún cabo abierto para una hipotética segunda parte). Por desgracia, lo peor no es que la enésima película de efectos no tenga argumento, lo peor es que al ser tan cara ha de ser rentable, y eso se consigue con publicidad, la publicidad es más importante aún que el guión, las estrellas (la publicidad es la que verdaderamente las fabrica) o los cacareados efectos especiales. El cine es un negocio, lo importante no es hacer un producto, es conseguir venderlo; y si se consigue vender poco importa si es bueno o malo. La manera más fácil de vender un producto es anunciarlo, saturar al posible espectador con información sobre él, y esto consigue no sólo que la película sea vista si no que sea expuesta. Si una película se encuentra en unos multicines y ha sido publicitada, será vista por una gran cantidad de público que no pretende otra cosa que pasar el tiempo durante dos horas. Esta prostitución del séptimo arte no puede ser verdaderamente criticable, es un intercambio perfectamente acordado: placebo artístico a cambio de dinero. Si alguién quiere ver una película escatológica e histriónica -pero, por supuesto, con moraleja y final feliz- protagonizada por la última estrella del "Saturday night live", yo no puedo decir nada contra ella, que la disfrute. Sin embargo, esto ocasiona un daño colateral al público verdaderamente cinéfilo. Una película normal no puede competir en publicidad con ninguna que salga del ámbito de Hollywood, será por tanto una película muy desconocida en general, y esto motivará que los exhibidores prefieran ocupar la sala en la que la pondrían con la cuarta copia de sus multicines de la tercera entrega de "Los vengadores vs La liga de la Justicia 3: el retorno del apocalipsis".
Por muy buena que sea, una película no puede competir de igual a igual en taquilla con otra que gasta 10 veces más en publicidad
Y en este mundo actual, donde la información lo es todo, la publicidad es más importante que nunca. No es necesario hacer una buena película, sólo hay que tener una idea que se pueda vender atractivamente en un trailer , un título que por rentas pasadas atraiga a espectadores o un actor taquillero; una vez se consiga uno de estos elementos sólo hay que exprimirlo hasta lo imposible y un poco más. Ejemplos tenemos demasiados como para contarlos. Actualmente Hollywood parece que sólo sabe hacer películas de superhéroes o remakes de series antiguas y películas no tan antiguas. A falta de guión se juega con la nostalgia del posible espectador y se apuesta sobre valores seguros. Así todos recordamos la oleada de películas de fantasía de dudosa calidad que sucedieron al éxito de “El señor de los anillos”, “Harry Potter” y, en menor medida, “Gladiator” y “Braveheart”. El éxito de “Scream” relanzó el género del terror adolescente, que luego con “Saw” directamente se enfocó hacia el gore. “High School Musical” y “Hannah Montana” directamente son episodios de sus respectivas series alargadas y, habiendo existido una película de “Los Simpsons” o “Sexo en Nueva Cork” es cuestión de tiempo que nos llegue una de “Friends” u otra de “Expediente X”. Por supuesto, un caso aparte son todos esos actores que se dedican a repetir una y otra vez un papel de bufón o uno de drama barato como un Martin Lawrence, un Steve Martin o la inmensa mayoría de los actorzuchos que no han cumplido 30 años y que podemos decir que son estrellas porque simplemente son fotogénicos.
El negocio del Hollywood actual: Adaptar un éxito de otro medio con público fíel a una franquicia cinematográfica
El porvenir del cine actual es muy oscuro. Las películas se enfocan hacia un público claramente infantil y adolescente que exige “no pensar” durante las dos horas de proyección. Naturalmente, ocasionalmente se escapa alguna que otra obra maestra y dentro de 20 años serán estas las que recordemos y las que nos hagan pensar que esta fue una buena época, pero cada vez veo más próximo una explosión de esta burbuja de efectos y guiones fáciles en la que nos encontramos. Ver la batalla de los campos de Pelennor no es espectacular y emocionante porque haya millones y millones de orcos, lo es por la misma razón que sigue siendo igual de épico ver a Kanbei y seis samuráis más defender un pequeño pueblo de los bandidos medio siglo después de que se rodara “Los siete samuráis”. Como dice el tópico, el mejor efecto especial siempre es el guión.
Por suerte siempre hay una luz al final del túnel